sábado, 14 de marzo de 2015

Vamos a la calle

Hoy, como todos los fines de semana, estaba esperando a que mi hermanito abriese los ojos. Porque los sábados y domingos él es quien primero se levanta y eso significa que nos vamos de paseo.

Pocas cosas me hacen levantarme más rápido que escuchar «Vamos Koko, a la calle». Es mi canto de sirena.



Como ayer volvió a casa más tarde de lo normal, hoy la llamada se hizo de rogar. Pero cuando la escuché estuve preparado. Me quite la manta de encima, salte del sofá y me estiré. Me desperecé y le esperé al lado de las escaleras. Pero mi hermanito hoy no me iba a sacar tan rápido. Estaba graciosete. Primero fue a la cocina y bebió un poco de agua. Después volvió a subir. Que si las llaves, la cartera, el móvil… aunque con la que estamos viviendo en el descampado el teléfono es necesario. Ya os contaré, pero hay gente que amenaza con matarme.



Ya estábamos preparados. Él estaba vestido. Corrí hasta la puerta y escuche… «espera Koko» ¿Espera? ¿A qué? Y entonces me di cuenta de que las cosas no siempre son como uno las desearía. ¿Dónde estaba mi hermana? Oíamos a Siri llorar pidiéndonos que la llevásemos a ella también, pero no sabíamos de qué lugar de la casa venían esos lloriqueos. 

La verdad, es que no entiendo porqué tengo que pasear con perros.

Estaba en la habitación de mamá. La sacamos. Qué pesada que es por dios. Que si salto para arriba, que si intento morderte. Deja de tocarme la oreja ya. Cada vez que lo recuerdo me hierve la sangre.

Al final nos fuimos al paseo. Por lo menos tuve que esperar cinco minutos desde que me avisaron. A veces me tratan como si fuese un mísero animal.

Cuando salgo a la calle todas estas cosas se me olvidan. Mi hermanito a veces no se entera de que puede ir más rápido, así que de camino al descampado tengo que tirarle de la correa. «¡Vamos! ¡Vamos! ¡Que nos quitan el sitio!»



Se abre la puerta y… paz. No hay ningún perro, no hay ningún humano. Tengo todo el sitio para mí. Puedo correr detrás de los camiones e ir de planta en planta. Las tengo que marcar todas. ¿Sabéis cuantos perros vienen aquí entre cada uno de mis paseos? ¿Y qué me decís de la gente que sale a correr los fines de semana por la mañana por al lado de las vallas? No sabéis cómo disfruto gastándole la broma de correr hacia ellos, sacarles los dientes y gruñirles como si fuera a arrancarles hasta el alma. Si luego me viesen en casa…

Miré a mi hermano para saber donde estaba. Estaba jugando con Siri. Le tiraba piedras y ella iba a por ellas. De vez en cuando me llamaba y me quería lanzar una a mí. Pero siempre iba Siri primero. A ver si te enteras hermanito de que o juegas conmigo o no. Pero con los dos a la vez no.

Al rato escuché que me llamaba para volver a casa. Pues no quiero volver aún. Así que me fui un rato por los árboles. ¿Me ninguneas toda la mañana y piensas que voy a volver cuando tú me lo digas? JA.

Entonces me di la vuelta y vi como mi hermanito se iba con Siri a casa. Cerró la puerta y echó a andar.




«¡No me dejes aquí! Por favor… No quiero estar solo». Corrí

Acabé haciéndole el favor y volviéndome con él a casa. Que sabía que tenía hambre y quería desayunar. A veces soy demasiado bueno.


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