domingo, 8 de junio de 2014

El primer día - Koko antes del blog #2

Y así fue como llegué a mi nueva casa. Entramos por la parte de atrás, por el garaje, tras un viaje movidito. Nunca había montado en coche y la verdad es que no me gustó. Me mareé mucho.

Lo primero que hicieron mis dueños cuando me abrieron las puertas fue ponerse hablar sobre mí. Tenían una duda existencial sobre si iba a ser capaz de subir las escaleras o no, pero rápidamente ya les demostré que eso no iba a ser rival para que poco a poco fuese haciéndome con la casa.

Empecé a echarle un ojo a la casa. ¡Que grande es! Yo que vengo de vivir en un espacio cercado con otros dos perros… Y me agobié. Sí, me agobié. ¿Esto iba a ser para siempre? ¿Me iban a devolver? Me daba miedo pensar que podían volverme a abandonar después de estar una o dos semanas. ¿Y si no les gustaba? Estaba aterrado. No quería pasar por lo mismo otra vez. Tenía que ganármelos fuese como fuese.


Subí al salón. Era amplio. Una mesa, un sofá, una especie de caja de donde salían imágenes y sonidos… ¿Pero qué era eso? Vi una jaula con un animalito dentro. Ellos le llamaban Cone, y cuando me acerqué se pusieron en tensión. ¿De qué tienen miedo? Sólo quiero verlo de cerca.
Le sacaron de la jaula y me lo acercaron. Con que esto es un conejo… Quise acercarme y mirarle, pero cada vez que hacía ese gesto me cogían y tiraban de mi para atrás. ¿De qué tenéis tanto miedo?



Siguieron acompañándome mientras descubría las habitaciones. Ahora fuimos a una que llamaban cocina. Y allí descubrí el lugar más bonito del mundo, una puerta mágica que me transportaba a un mundo de fantasía. Sí sí, esa puerta gris que tienen mis dueños. No sé si habrán más repartidas por el mundo, pero yo es la primera que veo. Creo que ellos lo llaman nevera. La abres y ¡está llena de comida! Te quiero nevera, vamos a ser grandes amigos.

Al volver al salón me tenían preparada una sorpresa. Una camita para mí… Si, a ver, eso está muy bien, pero… si tengo esos sofás negros, yo aquí en el suelo no duermo. Tenedlo claro. Recordadme que en otras entradas os enseñe los pasos para conseguir engañar a vuestros dueños y haceros con el sofá. Es fácil. Sólo hay que poner cara de buen perro y distraerles. Pero eso ya os lo demostraré más adelante.

Vi el resto de la casa, pero no tenía nada especial para mí. Sí, era grande, sí, había que subir y bajar muchas escaleras, y sí, había camas muy grandes donde iba a poder tumbarme. Sin embargo yo ya tenía claro como quería vivir aquí. ¿Para qué voy a subir escaleras si el sofá y la nevera están abajo? Estos humanos no tienen muchas luces, ellos dormían arriba o abajo, así que yo me quedé con el mejor sitio. Ellos sabrán.

Y entonces sucedió algo equiparable a ver el Cometa Halley. Mi hermanito me iba a sacar de paseo. ¿Pasear dos veces en una misma semana? Guau! En el albergue sólo nos sacaban 10 minutos cada 2 ó 3 semanas. ¡Esto es que me ha tocado la lotería! Me pusieron mi nueva correa, porque la que me compraron en el albergue la rompí allí mismo. Esta parecía más resistente. Mejor, soy fuerte, y conmigo vas a fortalecer el brazo amigo.

Me dijo que no iba a ser un paseo muy largo, que tenía que acostumbrarme poco a poco a la calle, a pasear, al ruido… Así que lo que hicimos fue buscar a una amiga suya que estaba esperando para conocerme por aquí cerca. ¡Otra persona que quiere conocerme! En otra vida debí ser una especie de rey. Todo el mundo parece que está aquí para servirme.

Encontramos a su amiga. Me tocó, me acarició y parecía muy contenta de verme. Ellos hablaban, nos movíamos.La verdad es que los dos estaban muy contentos de que yo estuviese por ahí.

Y el mundo se cayó. Estábamos sentados, esperando a otra amiga, cuando fastidié todo. Nada más hacerlo sentí como si un cuchillo se me clavase en el corazón. Me temblaban las piernas.


Se me acercó una niña muy pequeña por detrás. Ella sólo quería jugar, pero yo me asusté. Me di la vuelta de un salto, ladré, gruñí, e intente morderla… menos mal que no acerté. La niña se puso a llorar, los padres y mi hermanito a hablar. Les pidió perdón, que era nuevo aquí, que tenía miedo… Y lo dejaron pasar. Entonces mi hermano me miró, me gritó, me dijo que no lo hiciese más, me dio un golpe en el morro para aprender… Me lo tenía ganado

Él dijo que volvíamos a casa. Estaba muy enfadado. Me miraba y me gritaba o no me miraba y no me hablaba. Prefería lo primero. Me dieron ganas de llorar, de volver hacia atrás y arreglarlo, pero no podía. Yo le miraba intentando buscar otro grito que significase que por lo menos le importaba, pero él estaba demasiado asustado como para hacerlo.

Abrió la puerta de casa y entramos. Se lo contó al resto y yo me fui a una esquina. Arrepentido, a estar sólo. Ya lo sabía. Volvía al albergue. Había sido un día especial, pero ya está. Otra vez lo de siempre. Otra vez estar encerrado. Lo había estropeado.

Al cabo de un rato, ellos se me acercaron y yo me preparé para irme de casa. Ya lo había asumido. Quité mi cara de pena e intenté regalarles un último recuerdo agradable conmigo. 

Me abrazaron. Callados. Sin hacer nada más. Tenía a alguien que me quería. Me quedaba.




3 comentarios:

  1. Me ha encantado, sigue escribiendo!!!!!
    Ma.José Beltrán

    ResponderEliminar
  2. Guauu guau guauuuu guauu guauu guau guau

    ResponderEliminar
  3. Increible, anonadante, has sabido captar a la perfeccion la esencia del comportamiento canino, te animo a seguir perfeccionando esta gran aventura bloguera.

    ResponderEliminar