sábado, 14 de junio de 2014

El antídoto frente a nuestra magia





Pues sí. Así es. No sé por qué. Mis poderes mágicos han dejado de tener efecto sobre los humanos. Me ha llegado ese fatídico día que todos los perros mágicos tememos.

Ya que ya no me son de utilidad, estoy aquí para quebrantar la regla de mayor calibre que tenemos los perros mágicos, y ésta es, contaros a vosotros, los humanos, que muchos de nosotros tenemos una serie de capacidades mágicas que nos hacen poder controlaros a nuestro antojo. Nos basta con una simple mirada, un simple ronroneo, o tocaros levemente con nuestra patita para conseguir que hagáis lo que queramos.

Después de casi un año poniéndolo en práctica parece que a mí se me ha acabado el chollo.

domingo, 8 de junio de 2014

El primer día - Koko antes del blog #2

Y así fue como llegué a mi nueva casa. Entramos por la parte de atrás, por el garaje, tras un viaje movidito. Nunca había montado en coche y la verdad es que no me gustó. Me mareé mucho.

Lo primero que hicieron mis dueños cuando me abrieron las puertas fue ponerse hablar sobre mí. Tenían una duda existencial sobre si iba a ser capaz de subir las escaleras o no, pero rápidamente ya les demostré que eso no iba a ser rival para que poco a poco fuese haciéndome con la casa.

Empecé a echarle un ojo a la casa. ¡Que grande es! Yo que vengo de vivir en un espacio cercado con otros dos perros… Y me agobié. Sí, me agobié. ¿Esto iba a ser para siempre? ¿Me iban a devolver? Me daba miedo pensar que podían volverme a abandonar después de estar una o dos semanas. ¿Y si no les gustaba? Estaba aterrado. No quería pasar por lo mismo otra vez. Tenía que ganármelos fuese como fuese.

martes, 3 de junio de 2014

De paseo por Alcobendas

La verdad es que hoy ha sido un día un poco raro.
El día empezó como cualquier otro. Mi familia empezó a desayunar: leche, tostadas, galletas de chocolate… mientras a mí siguen poniéndome ese pienso especial para los riñones. Creo que les cuesta pillar un poco las cosas. Mira que llevo ya más de un mes apenas probándolo, pero parece que no se dan cuenta de que no me gusta. En fin. Lo que hay que aguantar… Salí al bosque que hay por detrás de casa con mi madre, me encontré a algunos amigos y jugamos un rato. Bueno, jugamos… yo voy a mi aire, ellos me siguen, pero son perros… y yo soy como una persona, a mi que no me mareen mucho. Llegamos a casa. Todo seguía como siempre. Hasta que llegó la hora de mi segundo paseo.

Me bajaron al garaje, me pusieron ese odioso arnés que ha encogido y me aprieta la barriga (ellos dicen que estoy gordo, pero es que han debido lavarlo con agua fría). Abrieron el coche. ¡Que bien! Con lo que me gusta entrar a mi en el coche a molestar un rato. Sin embargo, esta vez, me engancharon en el asiento con mi cinturón. ¡A traición! . ¿Otra vez en el coche? Si saben que lo odio. Me intenté mover para adelante y me caí en el hueco del asiento, para los lados y me daba contra las puertas, así que decidí quedarme quietecito para no hacerme más daño.