domingo, 19 de abril de 2015

Clases de baños

¡Hoy ha sido día de baño! ¿Sabéis? Desde que vivo con mi familia he tenido dos tipos de baños según sea invierno o verano.

En invierno es un rollo. Para poder limpiarme me meten en un especie de recipiente grande en el que, al apretar una palanca, empieza a llover. La primera vez quedé impresionado. ¡Mi familia podía hacer llover! Recuerdo ese día en el que me engañaron y me hicieron entrar ahí…

Yo estaba tranquilamente sentado en mi sofá, viendo pasar el tiempo. El rato entre paseo y paseo es muy largo, no entiendo porque no me sacan más a menudo, si ni siquiera están haciendo nada interesante. Una se tira a ver la caja de las imágenes, otro se encierra en su cuarto con libros… ¡Vez más la calle! ¡Ahí es donde está la verdadera felicidad! Menos mal que cada cierto rato me paso por donde estén para entretenerles un poco. Bueno que me lío, que ese día una llamada desde arriba de las escaleras llegó hasta mis oídos.

Habían dicho «Koko« y «premio» en la misma frase. ¡Tenía que subir lo más rápido posible! Y así lo hice. Mi madre y mi hermanito me miraban con un cara muy extraña pero, ¿qué mas dará?, habían dicho premio. Igual caía una salchicha y todo. La verdad es que me la merecía. Esa mañana me había portado muy bien, si os contase la cara que pusieron esos cuatro perros cuando les gasté la broma de querer sacarles las tripas…




Por lo que así, sin ni siquiera dudarlo durante un segundo, les seguí dentro del baño. Nada más entrar fui consciente de mi error. Rápidamente cerraron la puerta y me agarraron entre los dos. ¿Qué estaba pasando? Al principio gruñí y me resistí todo lo posible. Pero me tuve que rendir, era mejor que me moviesen donde quisiesen. Seguro que cuando acabasen todo volvía a la normalidad. Así me metieron en ese recipiente del que antes os había hablando y en el que pulsando un solo botón empezó a llover.

Puede que no os lo haya dicho nunca, pero odio el agua. No me gusta mojarme y los días de lluvia, en especial los de tormenta, me dan mucho miedo. Recuerdo cómo se ralentizó el tiempo mientras el agua estaba llegando hasta mi precioso pelaje… y me alcanzó. No pude soportarlo. Volví a forcejear todo lo que pude, ¡pero eran dos contra uno!. Cuando ya me quedé tranquilito buscaron un bote en el armario. ¡Por fin iban a darme la salchicha! ¡Pero no! Lo que sacaron de ahí era una especie de espuma falsa, de olor muy desagradable, que me echaron por encima y me pusieron blanco.

Había sido completamente humillado. Se reían de mí. Me señalaban con el dedo y me hacían fotos. Toda mi fuerza de líder se estaba evaporando al momento.

Os lo digo, la sensación de ese día aún no se me ha borrado de la memoria. Cada vez que entro a algún baño siempre miro atrás, no vayan a intentar encerrarme otra vez. Por cierto, ¡nunca llegó esa salchicha!



También puedo hablaros de los baños en verano. Estos son mucho mejores porque no me tienen que encerrar en ningún sitio. Simplemente me sacan al patio y me apuntan con la serpiente de agua, un cacharro que ellos llaman «manchera» o «nanguera», algo así. Me empapan un poco con el agua que sale de dentro y después de ello me dejan tumbarme tranquilamente a la luz del sol. Me encanta tomarlo.  A veces incluso hay suerte y se ponen a jugar un rato conmigo.

Si os digo la verdad, todas estas experiencias, al menos su primera vez, tanto el baño invernal como el veraniego, fueron horripilantes. No se las recomiendo a nadie. Sin embargo, tengo que decir una cosa a favor de mi familia, y es que comprendo que os rieseis tanto. Yo no había comprendido esta situación hasta que vi como sufría Siri. ¡Chilla como si fuera a ser sacrificada!

Ahora, los días de baño, simplemente me dejo hacer rápido, me siento a un lado y disfruto del sufrimiento de mi nueva hermanita. El karma a veces existe…


4 comentarios:

  1. Jajajaj pero que monada de perroo.

    Te dije que había visto tu blog, pero no lo había leído. Recuerdo que como costumbre eran las tantas de la noche y estaba muy zombie y me dije que volvería en otro momento para leerlo :) Así que al comentarlo por facebook me acordé y veni rauda y veloz a leer una entradiita.

    Me he llegado a sentir hasta mala persona con la escena de la bañera xD La primera vez que duchamos al perro pequeño fue...¡ni que le estuvieramos matando! Encima al ser tan pequeña se escurria de las manos y se subía por tu cuerpo. Al final acabamos duchados nosotros y no ella.

    Y a la grande, que es un labrador, le encanta el agua. Gracias a ella nos quedamos sin piscina dos veces. Y yo casi sin dedos una vez que para que no se fuera corriendo a la tierra mientras la duchaba en el patio, la até con una correa larga al árbol. La lista se puso a correr y yo en vez de cogerla del collar pillé la correa y me quemé al estirar jajaja. Un desastre.

    Me quedo por aquí para leer el diario de este aventurero, y para ver tu otro bloog :3

    Un saludo!
    Marina
    Devoradores de libros/CrowAshes

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    1. ¡Hola! Me alegro de que te guste el blog.

      Sí, la verdad es que los perros lo pasan fatal cuando les bañamos, pero es lo que les toca, no van a tener siempre una vida de mimos y paseos jajajaja

      Un saludo y encantado de tenerte por aquí.

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  2. Buenos días!!

    Me ha encantado tu entrada, me he reído muchísimo. Mi madre tiene 4 perros (en un piso pequeño, junto a mi gato, mi pecera y mi hermano je,je) y siempre que les baña es un show. Pobrecitos, ¡qué caritas de pena y sufrimiento ponen!

    P.D: Soy Esther Galán del blog El Lado Oscuro. Yo también formo parte de la campaña "Bloggeros Pequeños Unidos".
    Por supuesto te sigo y te dejo el link de mi blog.

    esthervampire.blogspot.com.es/

    Un abrazo y nos leemos!!

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    1. ¡Me alegro de que te haya gustado!

      La verdad es que los perros son los mejores compañeros que existen.

      Un saludo y nos leemos por allí también

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